Caer en la red

Thursday, October 26, 2006

CAER EN LA RED

Andrés Felipe Torres

Estoy a un clic de entrar a la red. Un mundo tan real como el real. Allí encuentro amigos, personas por conocer, compañeros de trabajo, exnovias, y hasta novias. Atrás muy atrás quedaron los tiempos de salir a jugar fútbol con todos los amiguitos de la cuadra, los clubes abiertos de canicas al aire libre, las asociaciones temáticas de trompos y yoyos, los paseos de olla familiares y la obligación de jugar stop de hojas con la hermana y sus amigas porque faltan participantes.

En la red no se puede jugar yeimi como en el callejón del barrio, porque en la red no se puede tirar el balón contra el tambaleante edificio de piedritas, no hay un estallido de júbilo cuando por obra y gracia de la puntería se desmorona el arrume y no hay equipo contrario que recupere el balón para hacerlo sentir a uno poncha’o. En la red, precisamente, no se puede juegar poncha’o, ni alcanza uno a imaginarse cómo sería jugar escondidijo virtual. La hermana no tiene posibilidad de brincar chicle re contra chicle y si usted lo que desea es el famoso tintín corre corre se puede volver hacker de los que además de tocar la puerta se meten a la casa, se roban lo que quieren, dañan lo que no les sirve, no hacen ni un gesto y orondos se van.

Cuando doy clic sobre el botón “iniciar sesión” del Messenger, ese espacio mágico en el cual aparece la lista de todos mis conocidos virtuales, una señal de alerta se activa en los ordenadores de ellos. El equivalente perfecto en términos militares a: “El recluta Torres se reporta”. En términos más modernos es: “el internauta
anfetorres@hotmail.com se presenta”

De los 48 amigos que tengo en Internet, en vivo y en directo he visto a 7, casi todos residentes de mi ciudad, e incluso de mi propio barrio, y si no fuera por el Internet estoy seguro de que no tendríamos ninguna comunicación que no esté mediada por la coincidencia de encontrarnos en el mismo lugar.

No es mi caso, pero una de mis cyber amigas, además de exnovia en la vida de carne y hueso, en la vida que si existen las distancias geográficas, tiene unas pésimas relaciones humanas, pero unas excelentes relaciones virtuales. Incluso mi reemplazo fue un bogotano con el cual comparte extensas conversaciones por celular. “Yo lo que puedo decir –me cuenta ella, Diana Paris
*- es que ahí la gente es más relajada, porque no está de frente”.

Algo similar busca caracterizar Teodora Stites en su ensayo “mundo virtual supera al real entre amigos” publicado el 16 de Julio por El Tiempo, cuando dice que “con frecuencia canjeo el contacto humano real por las sonrisas en My space.com, guiños en Match.com y codazos en Facebook”.

Estando en la red pertenezco al selecto grupo de los más de 600 millones de personas en el mundo que tienen acceso a este tipo de medio. En esta comunidad tal como lo dice el filósofo alemán Heidegger puedo “presenciar un regicido acaecido en Francia y escuchar un concierto ejecutado en Tokio”.

Pero no crean que hago parte de esos intelectuales que se han visto avocados a conocer el mundo por medio de su Pc o a hacer una carrera profesional sin conocer un compañero de clase. Yo no visito precisamente las Ferias de Arte Contemporáneo en España por medio de Internet, pero tampoco soy asiduo de las más de 8 mil direcciones de pornografía en la red que son visitadas por más de 14 millones de personas. Mi estado civil cibernético es claro, soy un adicto al Internet, como otros 200 millones de personas de todos los países, pero con una única necesidad: entablar relaciones interpersonales con gente de mi edad y con unas condiciones similares a las mías.

Según le dijo el psicólogo Cristian Muñoz a la revista Cambio en marzo de 2003, “las personas adictas a Internet por lo general presentan problemas subyacentes como trastornos de personalidad, ansiedad, fobia social o conflictos de pareja”. Agradezco no haber llegado todavía hasta este punto puesto que aún tengo muchos vínculos con la realidad. No como Pilar.

Pobre Pilar que una vez llamó a una emisora y dio el número celular porque quería conocer amigos. Es que las relaciones virtuales no son solo por Internet sino que el celular es el otro medio masivo para uno montarse en esta película. A Pilar la llamaron 85 personas, voces desconocidas que no pertenecían a ningún rostro y entre ellas un hombre del extranjero que la conquistó con sus palabras y que ahora la tiene viviendo de un sueño que no le permite tener una idea clara de las cosas que tiene alrededor. Colombia, para Pilar, se convirtió en un amargo país del cual hay que salir si se quiere progresar.

Pilar, a quien todavía la llaman cuatro o cinco personas de aquellos que la conocieron por medio de la emisora, todavía no ha llegado a la etapa que caracteriza Teodora Stites cuando su personaje dice que, “me he dado cuenta de que actúo de forma muy parecida a como lo hago en la vida real y mis relaciones virtuales tienden a fracasar de la misma manera como lo hacen en la vida real”.

Mis cyber amigos llenan todas las horas libres de mi tarde. Tan pronto ingreso empiezo a recibir notificaciones de aquellos más cercanos. Primero Valentina Londoño envía su típico, Hola, como estas. Después de que le cuente como me encuentro vendrá la pregunta más repetida en todas las conversaciones que con ella he tenido: Y que mas contas de wueno. Ese estribillo será repetido ante cada anécdota o comentario que yo haga. La otra amiga que se reporta es Carolina Sepúlveda que después de decirme ingrato porque no la he llamado a su celular empieza a bombardear mi equipo con caritas sonrientes y entre sus frases, diferentes íconos que reemplazan algunas letras de ésta. Por ejemplo cuando escribe la combinación no, en vez de ésta aparece Don Ramón, el del Chavo, moviendo la cabeza en signo de negativa; así que si la pregunta es: ¿tienes novia?, en la palabra novia aparece Don Ramón con su negativa seguido de la terminación via.

Trabajo aparte merecen las formas y contenido de las conversaciones que se sostienen por Internet, pues éstas han establecido sus propias significaciones y sus propios códigos de valores que se hacen inaccesibles a aquellas personas que no los sepan descifrar. Generalmente están basados en una semiología diferente y la ortografía es una señora muy aburrida que alguien inventó. En mi caso atribuyo a estas formas mi fracaso de aventurero en una red que sin ser su objeto de existencia pasó a ser elitista, en cuanto a que no es de accesibilidad completa a todas las personas, y transformadora, en cuanto a que ha llevado al borde de la extinción prácticas culturales e interpersonales que sostienen el bastión de una serie de normas éticas que han configurado la sociedad hasta el día de hoy. Ha impuesto, de otra parte, sus propias normas bajo la premisa de nada está prohibido

A causa de los diferentes fracasos que he tenido en la red decido imputarle a este medio de comunicación, el porqué de todos los males de una sociedad que empieza a consumir sus productos en gran medida. Sin embargo la socióloga Martha Ortega, de la Universidad de Antioquia, me saca de mi error. “¿Sabe desde cuándo se ha perdido eso? Desde el invento del televisor. Con el televisor se perdieron grandes espacios en la familia y entre más televisores haya menos espacios habrá para la comunicación.” Según la socióloga Ortega, el radio, que fue primero que la televisión, no nos quitaba ese espacio.

Las consecuencias que sí debemos amputarle a Internet son las de haber agravado la situación, tanto que hoy en día hay jóvenes que invierten su tiempo libre entre la red y los videojuegos sin tener en ningún momento relaciones interpersonales que los enseñen a ser parte de una misma comunidad, con unos códigos claros de convivencia. Sin embargo no podemos sacar de plano al medio, que como tal, ha brindado también una serie de ventajas y avances a la sociedad. “Es, de una u otra forma un mal necesario la utilización que le damos a los medios. Cuántas cosas no se solucionan por el celular, como cerrar una válvula que se encuentra a mucha distancia o cuántas cosas no se pueden hacer por Internet en bien de otras personas. Ahora uno ve que a un tipo lo están operando aquí especialistas de otras partes por medios como la red”, dice la socióloga Ortega.

Y ante tal afirmación no dudo en concederle la razón. Es el uso que damos a los medios de interacción el que es nocivo, mientras los medios son simples herramientas que están a nuestra disposición. Yo por lo pronto abandonaré mis estériles buscas de una persona que valga la pena en la red, aunque tenga noticias de muchos que lo hayan logrado. En adelante no volveré a pronunciar la frase “Mamá, yo después voy a comer que estoy en Internet”. Ni se me pasará por la cabeza la estrategia de Diana Paris que ingresaba a la red en las horas que sabía yo la podría llamar. Así se evitaba contestarme con una buena excusa, la banda ancha es un privilegio en Medellín, porque cerca del 85 por ciento de las personas que utilizamos este medio tenemos que deshabilitar el servicio telefónico mientras navegamos. Yo por lo tanto sigo firme en el precepto de Octavio Paz cuando dijo que el cuerpo es fundamental para el proceso de enamoramiento. Y volveré a los juegos de siempre, en la calle con mis amigos, no importa que me pueda partir un brazo o que la suerte no me acompañe cuando una botella de gaseosa esté girando para señalar la pareja de personas que deciden darle al pico’e botella la responsabilidad de decidir por ellos. Seguiré coqueteándoles a las niñas de la barra, a las que por lo menos conozco y no tengo que preguntarles, ¿y tú cómo te consideras físicamente?


* Los nombres de este trabajo, a excepción de los especialistas han sido cambiados